Lo que se pensó que era un pecado doméstico y técnico que afectaba a 482.000 carros de Volkswagen con motores diésel vendidos en los Estados Unidos entre el 2008 y la fecha resultó ser apenas la caja menor de un escándalo ético que ronda alrededor de 11 millones de vehículos del grupo VAG, que instala motores de ese tipo en los Audi, Seat y Skoda, marcas que son parte de su enorme conglomerado automotor.
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