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Mi Loco Padre. Cap 1

Tienes a un loco que ni siquiera te ayuda. Mi perro no lo soporta y mi mam? tampoco.
–No ha nacido el que le caiga bien a tu mama—-defend? sin querer a mi padre. Cai en que todos los perros parec?an odiarlo. Y de verdad ?l no era nada agradable. Bueno. Salvo a los ladrones, atracadores y malvivientes de las favelas del sector.
Me fui meditando sobre todo y nada. A mi lado paso lentamente una radiopatrulla Chevrolet Epica TDI. Vi a los dos polic?as. Tan j?venes como yo. Dos an?nimos mas. El auto se alejo lentamente y dos cuadras mas adelante se detuvo. Encendi? sus luces giratorias blancas y azules. Vi a un polic?a descender pistola en mano y acercarse al grupo de malandros que estaban en la esquina. Desde los j?venes sali? un fogonazo y o? la detonaci?n. Vi el polic?a desplomarse en medio de la calle. Vi al chofer descender disparando a todos lados. O? los gritos. Corr? sin pensar hacia el sitio. Vi a los j?venes desplomarse examines igualmente. Al llegar ya se ve?a gente arremolinarse. Al llegar vi a mi padre parado contemplando en silencio la escena, imperturbable, con un rictus que asemejaba una sonrisa.
–?Vamonos?–le dije agarr?ndolo por el brazo, con la intenci?n de irnos inmediatamente.
–Son m?os. Los dos son m?os—;me dijo. Est?n en mi puerto y yo los voy a hacer pasar.
–D?jate de sandeces—;le dije, fastidiado de tener a un loco n mi familia.—V?monos a tomar caf? a casa de mi mama.
–Cada uno de ellos aumenta mi poder en esta tierra. No tienes idea del lujo y gloria que te voy a dar.
–Esta bien–concilie— ma?ana a las 8 am. Pero debemos marcharnos r?pido de aqui.

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De alguna manera sigo en mi rutina de nada. Ofertas que no se concretan de la panader?a de la avenida. Dinero que no me llega. Deudas que aumentan. Estaba sentado en la puerta de la casa, tomando caf? cuando vi pasar al Javelin. Tra?a un hombre con sotana. Un nuevo cura.
Despu?s escuche de ?l. Un tipo bien simp?tico de verdad. Tenia el pelo largo. Generalmente andaba en blue jeans y sandalias. Lo vieron bebiendo en el bar y jugando bastante bien domino. Igualmente lo consiguieron jugando basket en la cancha. Elvira y mi mama llegaron enamoradas de el. Todas las putas, las viejas y mesoneras de los ranchos se fueron como moscas a la miel a la iglesia el domingo a verlo; ni de vaina a escucharlo.
El martes caminaba con mi padre y pasamos junto a la capilla. No se. Pero la sent? distinta. En ese momento Enmanuel sali? a la puerta de la iglesia. Ambos se vieron en silencio. No se. Pero sent? que tambi?n el silencio se hacia grande, pesado, omnipresente. El sacerdote sin bajarle la mirada a mi padre, lentamente retrocedi? y cerr? las puertas de la iglesia. No pod?a creerlo. Nos cerro las puertas de la iglesia en nuestras narices.
IV
Esa noche no pod?a dormir. Era el calor . A ratos dormitaba. Un sue?o malo. Un sue?o sucio con mujeres de mi familia. De repente me sent? en mi cama. Con un impulso me asome a la ventana. Vi el Suman all? en la cancha de basket. Vi claramente los dos puntos rojos. Pens? en mi padre. Por un instante lo vi parado en la obscuridad. Prend? la luz. Nada. Mi imaginaci?n. Si tu tienes un padre loco, evidentemente tu tambi?n lo estas. Me dorm? nuevamente. Despert? en la madrugada. Tenia a alguien encima de mi. Sent? su perfume barato y su aliento f?tido a cigarrillos. Me rodeo con sus piernas mi cadera y con mi propia almohada me tapaba el rostro. Trat? de liberarme. No pod?a respirar. Luchaba con aquello, mientras sent?a su excitada respiraci?n. Sent?a como manipulaba con rabia mi fl?cido pene. Sentida su peludo sexo. Eso no pod?a ser una mujer. Se mov?a encima de m?, pero no lograba ecxitarme. Quer?a que le hiciera el amor. Pero era fr?a y babosa. Luche ferozmente con un creciente asco hacia aquello. Repentinamente qued? libre. Sent? como el cuerpo cay? al suelo. O? un reptante deslizar en mi piso. Nada. Nadie. Solo un lejano olor a excremento rancio me inundo mi cuarto, haciendo irrespirable estar all?. Fui ? casi desmayado hacia la ventana, buscando aire. no sin antes, darme cuenta que hab?a una mancha donde cre? haber visto a mi padre. Un pensamiento martill? mi cabeza. ?Si mi madre fue la que se me meti? en el cuarto?. El pensamiento me causo repulsi?n y asco contra mi mismo. Me asome nuevamente a la ventana y aspire el aire fresco de la noche. Vi los dos puntos rojos. Los vi moverse. Sin dudas que los vi. Mire hacia abajo. Hacia la puerta de mi casa y los vi. Tres hombres pegados a mi puerta. Solo lograba ver sus cabezas y espaldas. Estaban inm?viles como estatuas. Con mi coraz?n latiendo alocadamente baje las escaleras y fui a la puerta. Mis manos estaban heladas, me sudaban y temblaban. Cont? 1, 2, 3 y ahora…., nuevamente cont? 1, 2, 3 y ahora, nuevamente lo hice y abr? repentinamente la puerta. Nadie. La calle estaba completamente sola. Nadie. Me estremec? y volv? a ver a todos lados. All? a lo lejos lo vi. Lentamente cruzaba la calle el sacerdote. Caminaba erguido, con serenidad. Lo vi cruzar descalzo. Pero odiosamente dentro de mi Cai en cuenta que no caminaba. Mas bien se deslizaba. Ya era demasiado. Entre nuevamente a mi casa y cerr? la puerta. Me top? con mi madre, quien estaba en sostenes y pantaletas. Su mirada era brillante.
–?Por dios mama. C?brete—le dije con el ce?o fruncido.
–Tu pap? me viol?&–;fue su respuesta en un susurro y repiti?&–T? pap? me viol?. Y me gust? mucho.
Entre a mi cuarto. Me sent? en mi cama. No quiero pensar en nada. Vi a mi cuadro de jesus de la misericordia. Estaba al rev?s. Completamente al rev?s.
Horas despues Elvira me reclamaba como siempre. No le contest?. Lo bueno del mundo real es que uno ve las cosas como son. Yo vuelvo a ser el mismo fracasado de siempre, oyendo las mismas recriminaciones de Elvira. Me despido con un gesto y comienzo a caminar en medio de la gente de la vereda. Los escucho. La gente se queja igual y no hay dinero para nadie. Eso me da tranquilidad. Lo que no me dio tranquilidad, fue mi madre est? ma?ana. Cuando me levant?, ya hab?a hecho caf?. Estaba en Shorts y maquillada, con un pa?o en la cabeza. Ambos evitamos mirarnos.
–Todav?a tengo ganas–;me dijo sirvi?ndome caf? y evitando mirarme–Todav?a soy mujer. Tu Padre anoche se me meti? en el cuarto. Y me violo por todos lados.
No le contest?. Veo los mordiscos y moretones en sus brazos y piernas. Ella me los ense?a con orgullo y satisfacci?n.
–Y todav?a pude con el.–continuo mi madre en su extra?a confesi?n—Le di placer a ?l y al otro.
Me levant? de la mesa. No querr?a escuchar mas. A mi memoria volvi? de golpe las escenas cuando era un ni?o y ella llegaba borracha con cualquier tipo. Mi madre hiriente continuo.
–Lo hice con tu padre y el cura. Me gusto mam?rsela al cura. Lo que no me gusto mucho fue verte en la puerta de mi cuarto sufriendo. Debisteis venir. Debisteis traer a Elvira—;acto seguido mi madre se r?o con aquella misma risa soez de aquellas ?pocas de abandono por sus farras.
Por eso camino en la ma?ana y estoy llevando sol en ?ste parquecito abandonado. No quiero volver a casa. Tengo miedo. Tengo miedo de mi madre. Paso el tiempo y por la avenida paso una procesi?n f?nebre. Era la del polic?a asesinado. Las patrullas Ford Falcon con sus sirenas ululaban tristemente
En medio de la gente lo vi. Era mi padre. Despu?s me incorpore con todo mi asombro. Todos me miraban. Todos y cada uno de ellos eran mi padre. Hasta la urna se abri? y de ella sali? mi padre con un hueco enorme en mi pecho. Y se re?a. Todos se re?an. Definitivamente tengo un buen coraz?n, pues de otra manera hubiera estallado de la impresi?n y susto que recib? en ese momento.

Ahora estoy un poco mas tranquilo; estoy dentro del atestado Ciferal lleno de gente. El autob?s avanza como puede en medio del trafico del mediod?a. Peor todav?a. El trafico se detiene totalmente. Una manifestaci?n de polic?as minusvalidos exigen la liberaci?n de los secuestrados por la guerrilla.
–?Por fin la normalidad?. Se que todas las cosas extra?as son ?nicamente de las pel?culas norteamericanas. En ella se exhiben unos demonios eficientes, inteligentes, planificados. Me sonre?. Si tuvi?semos demonios serian ineficaces, llegar?an tarde a todos lados. Justamente como mi padre. Veo los senos de una chica parad junto a mi asiento; veo sus senos. Veo una horrorosa mano que se los agarraba frot?ndoselo con morbosidad. Veo al due?o de la mano. Lo veo de reojo. Es Rogelio. El tambi?n esta dentro del autob?s, apretado entre los pasajeros que dif?cilmente sostienen el equilibrio dentro del atestado autob?s. Me sonr?e y me dice «Cuidate»— «Cu?date»–. No quiero verlo. No quiero escucharlo. Me siento igual a la ?poca que me daba el s?ndrome de abstinencia de la coca?na. Quiz?s este yo viviendo un efecto tard?o. Un delirium tremend . Veo el trafico. Pero de reojo vuelvo a mirar. All? esta. Abrazando a la bella muchacha. Me bajo con extrema dificultad del autob?s. Comienzo a caminar llev?ndome a todo el mundo por delante.–Cu?date—, estalla dentro de mi. Llego a la esquina y veo el grupo de gente que cruza la calle hacia mi. All? viene Rogelio con su horrorosa sonrisa que enmarca su boca ..podrida. –Cu?date— me dice haci?ndome llorar en medio de la acera. A Rogelio lo quiero mucho. Fue mi compa?ero de base ball en la secundaria, los dos nos enamoramos de la misma chica. En otras circunstancias me hubiera gustado verlo.
Salvo que este Rogelio que venia desde el medio de la calle venia hacia mi, tiene nueva a?os de muerto. Fue asesinado por la banda de los raperos del rock, cuando tuvieron un ?pico enfrentamiento con la policia metropolitana.
?Cuidarme de que?. ?Ser? que el desde el otro mundo se vino a pararse delante de mi para matarme del susto?. De repente el mundo vuelve a ser el mismo y yo entiendo que tengo cosas mas urgentes. Necesito

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